POEMAS


Jesús de Medinaceli

De unas tierras africanas
te trajeron rescatado
después de haber sido preso
y por muchos, maltratado.


Pero ahí, estaban los padres,
esos padres Trinitarios
que con monedas de oro,
pudera ser liberado.


Y llegaste a nuestra España
con gran pompa y devoción
saliendo todos a verte
y llevarte en Procesión


Desde entonces, has querido
permanecer entre nosotros
y tu imagen de Cautivo
es venerada por todos.


¡Medinaceli Bendito!
¡El gran Señor de Madrid!
¡Rey de nuestros corazones
y también, Señor de aquí!




Las Saetas
Llega la Semana Santa
y se escuchan las saetas
que son quejíos profundos
que nos alegran las penas.


Saliendo de una garganta
un cantar con un sentir
que solo en esta tierra
lo sabemos transmitir.


Es recorrer la Pasión
de nuestro querido Cristo
con un canto hecho oración.


Ese rezo en voz alta
va dirigido al Señor
y otras veces a la Virgen
que va llena de dolor.





Oh, Divina Majestad

¡Oh Divina Majestad!
que en el Santo Sacramento
eres amor, paz y sustento,
pan vivo de eternidad.

¡Oh Dios de toda bondad!
danos hoy tu bendición
y haz que nuestro corazón
ante tantas maravillas
caiga a tus pies de rodillas
en perpetua adoración. 



La Semana Santa

Empieza Semana Santa
desfile de procesiones
maravillosas imágenes
caminan bajo los sones
de bandas bien preparadas
de cornetas y tambores.

Ya viene, viene Jesús,
entrando en Jerusalén,
los niños portan las palmas
y la Alegría se ve
en el rostro de la Virgen
que disfruta como Madre
cuando lo acogen muy bien.

No quiere, ni por asomo,
que llegue la Pasión
y mira Jesús a la Madre
con mucha resignación.

Pero con cara de pena
vuelve a buscar a su Madre.
La busca, con la mirada
¡no la encuentra!
¡está sola en un rincón!
pues sigue también las penas
con Dolores, dentro de su corazón.

Se encuentra en un abandono
absoluto y muy intenso
¿Dónde estarán mis amigos?
Me dejaron por los miedos
solo se encuentra mi Madre
llena de un Dolor inmenso. 

En la oración en el huerto
le pide Jesús al Padre
fuerzas para soportar
tanto dolor corporal
y su Madre, todo amor
sufre en silencio el dolor.

Es el pueblo de Huerta
el que más perdón te pide
y junto a ese Perdón
sigue... y sigue pidiendo
pero esta vez es a Tu Madre
que salud, va repartiendo.

Qué angustias has de sentir
en un momento tan duro.
El alma, se te ha de ir
viendo a ese Hijo yacente
por tantas malas acciones
contra muchos inocentes.

Jesús, con Tu Gran Poder
consentiste esa Pasión
¡Qué duro para Tu Madre,
verte en esa situación!
Pero la recompensaste
siendo Reina de los Ángeles
y Reina del Universo
pues no habrá una Soberana
que vele más por su pueblo.

Silencio, todo en silencio
que se va acercando ya
el Cristo del Perdón.
¡No se escuchan cantores!
¡Tampoco se oye el tambor!
Madre de los Dolores
siguiéndote sigilosa
por esas estrechas calles
todas ellas silenciosas.
 
Pero Cristo, todo Amor
se olvida de las tristezas
viendo a su Madre venir
Con tantísima entereza.
¡Está llena de Esperanza!
¡Mi Madre, es la más bella!
¡Es un destello de luz
que todas las calles, llena.

En el año de la Misericordia
está Cristo presidiendo
el altar de la Iglesia
de nuestro bendito pueblo.
Y su madre, Dolorosa,
desde lejos lo contempla
y le dice muy bajito
¡Misericordia, Hijo mío
con la gente de esta tierra!

Pero ha llegado el momento
en que Cristo se ha de enterrar
y se encuentra, Nuestra Madre,
sola en su Soledad.
¡Madre mía, no te aflijas,
voy a dejar de pecar!
Te amaré como a tu Hijo
eso, no lo he de olvidar
y estaré junto a tu lado
nunca más, sola estarás
todo el pueblo de Huerta
te amará y te arropará.
 
Ya se abren esas puertas
del Templo de San Nicolás
está repleto de gente
como ocurre siempre, 
desde años atrás.

La devoción a Medinaceli
es cosa ya bien sabida
no cabe ni un alfiler
esperando su salida.

Ya sale, ya lo estoy viendo
parece que viene andando
son sus buenos costaleros
que con cariño, lo están llevando.

Calle don Acisclo, repleta
¡ya lo vemos acercarse!
Tanta penitencia lleva
que apenas vemos a su Madre.
¡Madre, Virgen de la Soledad,
qué lejos te estás quedando!
tanto quieren a Tu Hijo
que no te dejan llegar.

Y en una silla de ruedas
con abrigo y bufanda
te estaba esperando alguien
que te llevaba en el alma
y que cuando te acercabas
se le caían las lagrimas.

Ese anciano, era mi padre
que jamás te abandonó.
Tú siempre fuiste su Cristo
con orgullo, lo llevó.

¡Mi Cristo Medinaceli
siempre está cerca de mi!
Me concede lo que pido
Eso solía decir
y nosotros, su familia,
lo podemos afirmar
con tanta fe le pedía
que todo lo conseguía
y seguro que ahora goza
de su grata compañía.

De Domingo a Viernes Santo
hemos ido recorriendo
nuestra gran Semana Santa
a Jesús en su Pasión
y a María en su Dolor.

Pero han de permitirme
que hable mi corazón
con tan dulce despedida
que nos deje buen sabor.
¡Mi Cristo de Medinaceli, 
eres el orgullo de este pueblo!
¡La joya más querida!
¡Y para mí...Rey Eterno!
 
María Dolores García Calvente