Hábito


El hábito de la Cofradía Penitencial de Jesús de Medinaceli.


El hábito es la vestidura que se impone al Caballero y que es bendecido con anterioridad por el Sacerdote, constatando el compromiso religioso que adquiere el Caballero ante Dios y ante los hombres. A lo largo de su vida deberá revestirse con el, cuando sea convocado a las ceremonias religiosas de su Cofradía.

Hábito de penitente. 
Caballero con hábito calatravo orando a 
San Bernardo de Claraval.
El hábito de la Cofradía, símbolo de recogimiento, humildad y obediencia, debe envolver al cofrade en todo momento y se compone de capa color blanco cisterciense (orden que San Bernardo de Claraval expandió por toda Europa), con capuz del mismo color y Cruz de Calatrava roja (en su origen era negra, siendo cambiada a rojo el 26 de junio de 1397, cuando el Papa Benedicto XIII (conocido también como Papa Luna) decide conceder cambiar sus ropajes a la Orden de Calatrava mediante bula Papal con sello de oro, y colorear en rojo la Cruz, en honor a la sangre derramada por los Caballeros Calatravos en la batalla de las Navas de Tolosa), colocándose ésta sobre el costado izquierdo. 
La Cruz Trinitaria símbolo de Jesús de Medinaceli penderá del cuello del cofrade mediante cordón rojo, guantes blancos y zapatos oscuros.
Se completará con un largo cordón rojo, que penderá del cuello, simbolizando su compromiso fuerte y lazo de la unión con Dios.


Capuz.

Es una prenda de vestir del grupo de los sobretodo, para llevar encima de la ropa, derivado de las antiguas túnicas y mantos.

Su uso, tanto por el hombre como por la mujer, servía especialmente en las ceremonias o periodos de luto. 

Fue en su origen amplio y largo, cerrado o con maneras -aberturas para sacar los brazos-, y provisto de una ancha capucha que contribuyó a su designación con tal nombre. 

También se llama capuz a un capote de gala usado en la antigüedad.


Capa.

La capa está destinada a los portadores de la Imagen de Jesús de Medinaceli. Será de color beige, con la Cruz de Calatrava en color rojo sobre el costado izquierdo. 

Como complemento, llevarán guantes blancos y calzado oscuro.

Cirio.

En los cortejos de otras localidades es habitual el uso de colores identificables con cada hermandad. La mayoría de los cirios y ceras en general de la Semana Santa de Huerta son color tiniebla por ser el más parecido al de la cera pura.



Mantilla.

Las Manolas deben seguir unos códigos de vestimenta. No todo vale y no todo está permitido. Para entender ciertos criterios o normas hay que saber que salir de mantilla significa acompañar a una procesión que representa la muerte y sufrimiento de Cristo, por lo que se va de luto.

Mantilla. Es entonces por donde se empieza. La mantilla, puede ser de blonda; que se caracteriza por tener motivos florales de gran tamaño y tener ondas en los bordes, recibiendo el nombre de ‘Puntas de Castañuela’; o de encaje de Chantilly, que es un velo con diseños de carácter vegetal, con abundantes hojas, con un encaje más etéreo. La mantilla debe ser de riguroso negro, recordemos que representa el luto por una muerte.

Peineta. Por otro lado, se encuentra la peineta, de diferentes tamaños, formas y estilo. Se suele utilizar las de forma rectangular y su tamaño viene determinado por la altura de la mujer. El objetivo de este complemento es elevar la mantilla para favorecer el rostro. Pueden ser de carey o imitación al mismo, más claras u oscuras, lisas o labradas, al gusto de la mujer. “Siempre, pero siempre, debe de ir recta, no doblada hacia delante”.

El vestido. Otro elemento también imprescindible en el conjunto de la Manola, y que tiene que seguir una serie de normas es el vestido. “Debe ser de riguroso negro y con un largo que vaya hasta debajo de la rodilla, como mínimo. Asimismo, el escote debe ser ‘decoroso’, es decir, discreto. 

Guantes, medias, broche, pendientes y zapatos.  Para completar el conjunto de vestimenta de una “bonita” Manola, es necesario unos guantes negros de bolillo; unas medias, no muy tupidas, del mismo color; un broche bonito para recoger la mantilla a la nuca de la mujer; unos pendientes, que pueden ser de perla o de ‘plata vieja’, según lo prefiera la mujer que se vaya a vestir y unos zapatos de aguja con un tamaño cómodo, en esto lo que prevalece es la comodidad, puesto que hay que tener en cuenta el tiempo que se estará de pie.

El Rosario. Como último detalle, el Rosario, “es muy importante porque es un complemento que va en las manos, como guía de oración y única conversación que la Manola pronunciará en su acompañamiento a nuestro sagrado titular”.

Vestirse de Manola es una tradición que suele pasar de familiar en familiar, pero hay quienes alegan no salir vestidas así porque en su familia no se ha dado esta costumbre. Comienza tú la tradición, para que en nuestro pueblo, no se pierda por ese motivo.



La dalmática. 

El uso de las dalmáticas por los seglares es una tradición hispánica y es uno de los privilegios de la Iglesia española,


            El uso de la dalmática tiene su origen antes de la existencia de la propia Iglesia de Cristo. En sus inicios era una vestidura laical y no clerical. Utilizada por los servidores de mesa en la Dalmacia durante el Imperio romano, antes de la era cristiana, su uso se constata en los reinados de Augusto y Tiberio en el siglo I d. C. La Iglesia al igual que asimiló instituciones, edificios y objetos romanos para la liturgia, absorbió el uso de la dalmática aunque esta prenda no perdió nunca su utilidad civil. En lo clerical era el hábito que se reservaba a los diáconos y subdiáconos.


Durante la Edad Media, la dalmática tenía un empleo militar, pues los reyes la usaban en las ceremonias de coronación y estaban profusamente decoradas.

         A finales del siglo XIV, los nobles adoptan la dalmática a sus cotas de malla, pasando posteriormente a llevarla los hidalgos y hombres de armas con el escudo heráldico al pecho. Igualmente esta vestidura es utilizada por heraldos, maceros de ayuntamientos y corporaciones de diverso tipo, como se puede ver en monumentos como San Gregorio de Valladolid y el ábside de San Juan de los Reyes de Toledo, de marcado cariz civil.



            Las cofradías que en su mayor parte tuvieron un origen gremial, utilizaban la ropa que les era propia en sus celebraciones laicas. Como tales, como servicio a sus pasos, adoptaron el empleo de la dalmática como vestidura de alto rango y la decoraron con los escudos de sus corporaciones. El hecho de que una Hermandad haga participar en su cortejo a un número de acólitos determinado no es un gesto casual ni sujeto al gusto o carácter de la Cofradía en cuestión. Ni es un complemento ni tampoco un mero adorno. La participación de este ministerio eclesial enfatiza el carácter solemne y piadoso del acto. Para esto es necesario comprender que tanto el cirial como el incensario son elementos litúrgicos dispuestos para la solemnidad de las celebraciones religiosas, por ende, requiere un uso correcto, formal y respetuoso, un gesto de adecuación al acto. Las procesiones con sus imágenes y pasos, llevan implícita una veneración profunda.

            En España el uso de la dalmática para quien no cursa el sacerdocio, se entiende que se trata de un “privilegio” que se concede para el uso de esta prenda litúrgica.


             Para demostrar que el uso de la dalmática en España se viene utilizando desde hace siglos por personas que no cursan el sacerdocio, mostramos esta fotografía de finales del siglo XIX de los acólitos infantes de la Catedral de Toledo, lo que demuestra lo ya referido de ser un privilegio español.