Santo Domingo Penitente

 
Santo Domingo Penitente  (s. XVII)
Juan Bautista Maíno. Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari.
Huerta de Valdecarábanos (Toledo)


Fray Juan Bautista Maíno (1581-1649)

Nació en Pastrana, Guadalajara, 1581-1649. Pintor español. Su formación básica se realizó en Toledo pero, al ser su padre milanés, debió de realizar un viaje a Italia, donde la completaría y perfeccionaría antes de 1611. Es posible que comenzase visitando Milán, donde estudiaría la obra de los pintores de la escuela de Brescia, particularmente de Girolamo Savoldo. Es, sin embargo, indiscu­tible una prolongada estancia en ­Roma, donde se pondría al corriente de las novedades técnicas y estilísticas allí desarrolladas durante la ­primera década del XVI por el naturalismo y el clasicismo. La huella del caravaggismo es incuestionable en su pintura, si bien Maíno se decantó por un naturalismo de sombras atemperadas, luces claras y transparentes e intenso cromatismo en la senda de Orazio Gentileschi y Carlo Saraceni. La técnica miniaturística, el pequeño formato y el soporte de cobre en algunas de sus obras proceden de los pintores nórdicos residentes en Roma, como Adam Elsheimer, con quien compartió el gusto por los paisajes umbríos, húmedos y de luces filtradas, aunque en este género tuvo también presentes las pautas idealizadoras y poéticas de Annibale Carracci y Domenichino. 

Regresado a Pastrana, realizó hacia 1611 las pinturas de un retablo del convento de las franciscanas concepcionistas, a saber, una Trinidad y una Encarnación, descubiertas no hace mucho y recientemente restauradas. En ese mismo año lo sabemos asentado en Toledo, realizando obras para la catedral (perdidas). 

En 1612 contrató, para el convento dominico de San Pedro Mártir, los lienzos del retablo mayor, conjunto absolutamente magistral, que en número de diez se conservan en el Museo del Prado. Durante su permanencia en Italia debió de aprender la técnica al fresco, con la que realizó las escenas y alegorías del coro alto y bajo del mismo convento. Probablemente en 1616 acompañó a Madrid al padre Antonio de Sotomayor, quien le había recibido en 1613 en la orden de predicadores, con motivo de su nombramiento como confesor del todavía príncipe Felipe (Felipe IV), y fue entonces designado maestro de pintura del mismo príncipe con un sueldo de 200 ducados anuales. 

Por orden del padre Sotomayor pintó en la sala capitular del convento de Atocha, donde solía residir, el altar de Santo Domingo en Soriano, cuyo lienzo original se perdió, y se conservan solo excelentes copias autógrafas en distintos museos extranjeros. En 1626 adjudicó a Diego Velázquez la ejecución de la Expulsión de los moriscos, cuadro para el que se convocó un concurso público. Él mismo fue designado en 1635 para pintar el cuadro, también histórico, de La recuperación de Bahía de Todos los Santos, destinado al Salón de Reinos del Buen Retiro. Aunque Jusepe Martínez asegura que pintó poco y eso no por ­necesidad, sino por placer, hoy se van descubriendo nuevas obras suyas, pese a que son muchas más las documentadas y definitivamente ­perdidas. 

Alcanzó fama por realizar pequeños cuadritos sobre cobre, de los que han sobrevivido algunos, ­como los de San Juan Bautista, conservados tanto en el Prado como en la catedral de Mála­ga y en una colección particular madrileña. También realizó retratos en minia­tura, aunque no son de este for­mato los espléndidos, supuestamente del ­jurista Diego Narbona (Prado), y de un fraile dominico (Ash­molean Museum, Oxford).